Hace ya unos meses escribí una entrada titulada “El drama de los niños lentos”. Describía las características de este cuadro y las dificultades que padecen estos niños y sus padres. Ha sido una de las entradas más visitadas y que más consultas recibe. Por ello, he creído conveniente facilitar unas orientaciones generales para tratar esta dificultad.
1º. En primer lugar, habría que considerar si es necesario realizar una valoración con profundidad por unos especialistas del problema. Desde mi punto de vista, la evaluación de la situación debería realizarse cuando el hecho de “ser lento”, afecta de manera significativa en la vida cotidiana y escolar del niño/a, en la relación con otras personas o en su estado emocional. Si efectivamente parece que afecta en uno de esos ámbitos, entonces el niño debería ser valorado.
2º. La valoración pasa, en primer lugar, por descartar algún problema médico, que normalmente suele estar relacionado con niveles bioquímicos alterados; por el ejemplo el hierro, tiroides… En este caso, el pediatra sería el primer especialista al que acudir. A continuación una evaluación psicopedagógica puede orientar las dificultades de funcionamiento cognitivo (normalmente la velocidad de procesamiento), los puntos fuertes y débiles del niño. La evaluación psicopedagógica la pueden realizar los orientadores escolares, psicólogos o neuropsicólogos.
3º. En cualquier caso, una medida a adoptar desde casa consiste en simplificar ciertos procesos para hacerlos más ágiles: preparar la ropa para el día siguiente la noche anterior, preparar la cartera, reducir el número de objetos a utilizar (por ejemplo, en estos casos no es conveniente usar muchos cuadernos o bolígrafos de diferentes colores). En todos los aspectos simplificar y reducir.
4º. Unido a lo anterior, es conveniente reducir al máximo los distractores. Si un niño es lento para arreglarse por la mañana, si encima le ponemos la televisión, será todavía más lento. Puede acelerar la velocidad si le decimos: “cuando te vistas ponemos la tele…”
5º. Aumentar el tiempo previsto para realizar actividades cotidianas. Si se necesita más tiempo para vestirse, arreglar la habitación o llegar a un lugar, hay que tener previsto un cierto margen de tiempo y a veces eso implica madrugar un poco más.
6º. No son efectivas las llamadas de atención continuas y críticas a los niños lentos. No suelen motivarlos más, al contrario, los desalientan. Es preferible buscar estrategias para marcarles el ritmo y tener referencias. Por ejemplo, dividirle en pasos las tareas y marcarle tiempos para cada uno de esos pasos. Las canciones pueden ser un marcador de tiempo efectivo: “debes recoger la mesa en el tiempo que dura esta canción”.
7º. En el aspecto cognitivo, tareas breves en las que se le pide al niño que intente reducir los tiempos de ejecución también son una forma de estimular la velocidad de procesamiento. Por ejemplo, las fichas de atención o de velocidad lectora de la colección Estimular y Aprender, cuando se siguen las normas que aparecen en la guía didáctica para mejorar la velocidad de procesamiento, van a resultar efectivas.
8º. Respecto a los niños que son lentos para realizar las tareas escolares hay diferentes alternativas:
- Tener en cuenta la cantidad que se les manda según su ritmo de trabajo
- Simplificar algunos procesos como ejemplo, no obligarles siempre a copiar los enunciados de los ejercicios.
- Dejarle otras alternativas para ciertas actividades: ejercicios escritos con el ordenador mejor que a mano, pruebas orales…
- Secuenciarle las actividades, esto es, que las realice una a una y las enseñe cada vez que finaliza una actividad. Si se le deja todo el tiempo para realizar varias actividades es posible que no lo aproveche.
9º. Por supuesto, en estos casos es clave que el niño duerma lo suficiente y tenga una alimentación adecuada.
Para empezar, puede ser suficiente. Espero que estas orientaciones les ayuden a los que se encuentran con este problema.
De Blog Escuela de Padres de
Jesús Jarque García.
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