viernes, 28 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
Cómo animarles a lavarse los dientes
Con la aparición de los primeros dientes de leche ya debemos estar atentos a una correcta higiene bucal a través de un suave cepillado. Evidentemente, en esos momentos necesitan de nuestra ayuda, pero, ¿cómo podemos animar a los niños a que se laven los dientes?
Esto no significa que tengan que hacerlo solos enseguida. Es más, con el paso de los años, y si no queremos que se adelanten las visitas al dentista, deberíamos ayudarles y hacer “repasos” o limpiezas concienzudas con ellos en muchas ocasiones hasta que la técnica sea la correcta y tengan la destreza suficiente para hacerlo ellos solos correctamente.
Pero un niño de dos años ya puede empezar a lavarse los dientes, y vamos a ver algunos consejos para que tengan ganas de hacerlo.
- Prediquemos con el ejemplo. Sabemos que los pequeños hacen lo que ven en sus padres. Si nosotros habitualmente nos lavamos los dientes, que ellos lo vean es buena idea, y que vean que lo hacemos con gusto y después de lavarnos la boca estamos contentos con el resultado. La curiosidad y la imitación hará que pronto, mucho antes de los dos años, quieran coger su propio cepillo de dientes.
- Es importante precisamente hablarles de los buenos resultados, de los que se ven y de los que no. Igual que a un niño recién bañado se le puede alabar el buen olor, la piel limpia, el pelo brillante… de la boca podemos destacar “qué bien huele”, “cómo brillan los dientes”, “qué sonrisa más bonita”...
- Y, aunque no es cuestión de asustarles, sí de modo realista y siempre adaptándonos a su comprensión, decir todo lo que podemos prevenir con una boca sana. Expliquémosles por qué la higiene bucal es importante. Adecuándonos a su nivel, han de saber que una buena salud está también en la boca, y que descuidarla supondría dolor y otras molestias e inconvenientes.
- Que nos ayuden a cepillar nuestros dientes. Del mismo modo que nosotros les ayudamos a ellos, los pequeños también estarán deseando ayudarnos a nosotros: permitámosles que nos “ayuden” a lavarnos los dientes en alguna ocasión, haciendo de ello un juego saludable.
- El cepillado como parte de una rutina. Si nos olvidamos cada dos por tres de lavarle los dientes, lo tendrán como algo excepcional. Para que el hábito se establezca correctamente, sería deseable que se establezca una rutina diaria, después de cada comida.
- Es bueno que el niño se vea mientras se lava los dientes. Podemos utilizar un taburete para que esté a la altura del espejo del baño y así también llegue el lavabo (siempre con nuestra ayuda y presencia ara evitar accidentes).
- Cepillarnos los dientes juntos. Precisamente frente al espejo es un buen lugar para vernos juntos realizando esta tarea.
- A pesar de que hay que dejarlos que se laven los dientes, como decimos tenemos que ayudarles. Compartir el lavado (tú primero, después yo repaso) es una buena idea hasta que el niño sea mayor, como hemos comentado al principio.
- Tal vez para algunos niños, los más apresurados e impacientes, sea buena idea tener un pequeño marcador de tiempo (cronómetro, reloj de arena) que llame su atención y logre que sean más pacientes a la hora de estar el tiempo suficiente lavándose los dientes.
- Acompañar el momento del cepillado de una música o canción que guste a los niños, si es que son muy reacios a lavarse los dientes.
- A mi hija mayor le encanta un juego online del que os hablé, en el que una niña tiene que limpiar los restos de comida que quedan en los dientes.
- Después, cuando yo le ayudo, ella sigue muy interesada mis indicaciones acerca de toooodo lo que voy “eliminando” de sus dientes (básicamente, un repaso de todo el menú). Un pequeño juego que hace el momento más ameno.
Como vemos, existen muchos modos de animar a los niños a que se laven los dientes y establezcan este hábito com parte de un modo de vida saludable. Lo principal, como tantas veces en nuestros logros como padres e hijos, es la paciencia, la ayuda al pequeño y el acompañamiento.
Foto | Ran Yaniv Hartstein en Flickr-CC
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viernes, 21 de enero de 2011
"Racionar" los juguetes recibidos en Navidad
En alguna de las recientes reuniones familiares para celebrar la Navidad, ¿no habéis tenido la impresión de que vuestros hijos no tenían tiempo de asimilar los regalos que recibían? Apenas habían abierto uno, y ya tenían otro esperando a ser desenvuelto. La avalancha de regalos navideños se vuelve a cumplir en mayor o menor media.
Yo tengo comprobado que es así, que a los niños no les da tiempo a darse cuenta de todo lo que les han regalado. Y ello más aún si se suman varios días seguidos en los que reciben regalos (hoy en casa de tu familia, mañana en la mía…).
De hecho, a la hora de escribir estas líneas me he dado cuenta de que, no sólo son mis hijas las que no recuerdan todos los regalos que ha recibido, sino que yo misma había olvidado alguno que guardamos en su momento. Y es que hemos decidido “racionar los juguetes recibidos en Navidad.
Este año tal vez no insistimos demasiado en que nos hacía falta ropa. Ya tuvimos que apartar algunos de nuestros regalos (los regalos “pequeños”) porque considerábamos que habían recibido una avalancha de juguetes. Algunos regalos se los daremos en Semana Santa, otros en verano, puede que incluso alguno llegue a sus cumpleaños.
Pero es que vamos a hacer eso también con algunos regalos que sí recibieron y que, sin embargo, no se acuerdan de ellos, no los han pedido ni mencionado. También hay algunos que consideramos que no son apropiados para su edad, por lo que también esperan apartados a que llegue el momento adecuado.
Estos días pasados han recibido muchos, demasiados regalos. Una frase de mi hija de tres años me llamó la atención cuando, tras haber desenvuelto unos cuantos, como a su hermana pequeña aún le quedaba un regalo, ella pidió más. “¿Te parece poco?”, le pregunté. “Sí, me parece poco”, me dijo.
Seguro que no entiende el alcance de esas palabras y se limitó a repetir lo que yo le había dicho, pero precisamente ese sentido de “todo es poco” es el que intentamos evitar y no me gustaría que en un futuro pensaran que tenerlo todo y más es lo normal.
De modo que al racionar los juguetes recibidos en Navidad les damos más uso a los que ahora utiliza y próximamente podrán disfrutar de otros nuevos. Nuevos, porque ni siquiera recuerdan haberlos tenido en las manos. Seguro que les hacen más ilusión que en su momento, cuando no pudieron apreciarlos.
Foto | carlosfpardo en Flickr-CC
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sábado, 15 de enero de 2011
Necesitamos normas
Los seres humanos vivimos en comunidades: la familia nuclear y extensa, la comunidad, los grupos educativos o de ocio y la sociedad en general. Para poder convivir ejerciendo nuestra libertad pero respetando la de los demás, ejerciendo nuestros derechos pero sin pisar los de los demás necesitamos normas.
Las normas son necesarias para los niños
Para los niños, que están aprendiendo a convivir, las normas son muy importantes. Les ayudan a entender que comportamientos son aceptables y cuales no lo son, permiténdoles además desarrollar sus propios mecanismos para canalizar los deseos y las emociones.
Conocer y experimentar las normas es una experiencia indispensable para su desarrollo global como personas. Son, en resumidas cuentas, un derecho que tienen.
Sin embargo no siempre entendemos así las normas. Las usamos para controlar sus impulsos naturales e incluso su creatividad o su expresión. Los niños, como pequeñas crías de mamífero y personas humanas dotadas de racionalidad y sentimientos, no son adultos en miniatura y sus necesidades no siempre concuerdan con lo que consideramos aceptable. Por eso las normas no son entelequias fijas ni leyes para beneficio de los deseos de los adultos.
Sobre todo, los niños, necesitan que las normas sean entendibles y asumibles, coherentes, responsables y respetadas por los adultos. Para ellos es el ejemplo, y no la imposición oe la amenaza, la mejor manera de hacerles interiorizar las normas.
El o los adultos de referencia, en una ratio casi de uno a uno, es decir, sus padres o personas queridas por ellos y que los amen, son el mejor guía para entender la necesidad de las normas y sus límites.
Pactar y explicar las normas
Hay que permitirles cuestionarlas y participar en su formulación, siempre, por supuesto, dentro de la lógica y el respeto por todos los miembros de las comunidades en las que se fijen.
Cada familia tiene que poner sus propias normas, según sus costumbres e ideas, pero siempre con algunos puntos en común que ayudarán a hacer la convencia más agradable para todos e incorporar a los niños a las normas como un elemento de seguridad y confort, no como una imposición adulta no comprendida.
Algunas ideas para desarrollar nuestras propias normas con una base sólida serían no usar la violencia ni la amenaza, no usar el castigo físico ni psicológico, no amenazar con retirar el amor o los cuidados.
Además, las normas deben ser conocidas y expresadas previamente, permitirse que se cuestionen o se pregunte sobre su necesidad, explicar, dentro de los límites del desarrollo de cada niño, las razones para ponerlas y siempre poner normas que defiendan y protejan el interés y los derechos de los niños: la seguridad, la salud y su integridad física, emocional y moral.
Como decía, ser abiertos a las preguntas y los cuestionamientos es la gran receta. Permite al niño expresar sus dudas sin miedo y con confianza, sin temer castigos, siendo escuchado.
Por supuesto, habrá normas que los niños no quieran aceptar o no entiendan. Siempre, en las cosas realmente importantes, hay que entender que, una vez intentada la negociación, los adultos tendremos la última palabra pero siempre explicando las razones con cariño y respeto.
La formulación de las normas, dentro de los límites de la pura prudencia, pueden cambiar a medida que pasan los años.
La Constitución de mi hogar
Nosotros, por ejemplo, hemos escrito una Constitución de nuestro hogar. Es fruto de años de trabajo y de un estudio común sobre los derechos y necesidades de ambos. Os la dejo, por si puede daros ideas, pero, por supuesto, como decía, cada familia es un mundo, y muchas de nuestras normas solamente nos funcionan a nosotros.
Esta es la Constitución de mi casa y es la ley que todos debemos respetar para vivir en paz e igualdad. La celebramos con una fiesta y hasta nos hicimos unos gorros frigios para representar que la libertad necesita unas normas comunes para poder ser ejercida.
Articulo primero: Todos los miembros de esta familia tenemos que tratarnos con respeto y somos libres, aunque cada uno deba tener obligaciones diferentes por su edad.
Artículo segundo: Todos somos iguales ante la ley y no se puede discriminar a nadie por edad, sexo, religión u opinión.
Artículo tercero: Está prohibido castigar, pegar, insultar, humillar o gastar bromas que hagan daño.
Artículo cuarto: Todos tenemos derecho a tener opinión propia y a expresarla sin miedo.
Artículo cinco: Todos tenemos que cuidarnos, protegernos y ser cariñosos.
Artículo sexto: Todos tenemos que cuidar la casa, limpiarla y ordenarla, cada uno según su edad y posibilidades.
Artículo séptimo: Hay que quitarse los zapatos de la calle al entrar en casa.
Artículo octavo: No se pude uno meter en la cama con ropa de calle.
Artículo noveno: Hay que recoger la mesa después de comer.
Artículo décimo: Cada uno comerá hasta la cantidad que le apetezca y no hay comer lo que no guste o no apetezca. La comida no es una obligación, pero si lo es el alimentarse sanamente.
Artículo once: No se permite fumar si hay niños en casa.
Artículo doce : Todos tenemos derecho a nuestra intimidad, a que se llame a la puerta si estamos en nuestra habitación y que no se entre sin permiso.
Artículo trece: Todos los dias hay que aprender algo.
Artículo catorce: Está prohibido mandar estudiar algo de memoria.
Artículo quince: Hay que dormir cuando uno tenga sueño pero hay que ser responsable ya que el descanso propio y de los demás debe ser respetado.
Artículo dieciséis: Hay que reciclar.
Artículo diecisiete: Hay que recoger después de jugar.
Artículo dieciocho: La ropa no se puede dejar amontonada encima de las camas, hay que guardarla.
Artículo diecinueve: No se puede invitar a nadie sin permiso del otro.
Artículo veinte:: Los adultos deben aconsejar a los niños y cuidar de ellos, explicándoles las razones de las normas y de las cosas que consideren necesario hacer en cada momento.
Las normas, cuando los niños son muy pequeños, las debemos poner nosotros, pero a medida que crecen y aprenden, con nuestro ejemplo, el respeto y la responsabilidad, podemos consensuarlas y hasta tenerlas escritas. ¿Que pensáis vosotros sobre las normas y la posibilidad de pactarlas y explicarlas?
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Pastillas contra el dolor ajeno
Una de las campañas de ayuda a los países subdesarrollados que más me ha gustado es la que está llevando a cabo, desde hace unos meses, Médicos Sin Fronteras, que consiste en hacer llegar las ayudas a través de la venta en farmacias de las llamadas “Pastillas contra el dolor ajeno”.
En el hemisferio norte del mundo existe medicación para casi todo. Cuando a un niño le duele algo, podemos darle medicación. Si está resfriado, jarabe, si tienen cólicos, bolitas o gotitas, si tienen gases, infusiones y así hasta tratar cualquier cosa que nos parece que sale de la normalidad (cayendo habitualmente en el exceso). Sin embargo, en los países subdesarrollados (lo siento, sé que debería llamarlos “en vías de desarrollo”, pero mi ética personal me impide mentir), enfermedades como kala azar, Chagas, tuberculosis, enfermedad del sueño, malaria o el sida infantil se cobran nada menos que 8.000 vidas al día.
Otro gallo cantaría si esas 8.000 personas que perecen a diario tuvieran acceso a los fármacos que nosotros tenemos aquí. Por esta razón se han puesto a la venta en nuestras farmacias las “Pastillas Contra el Dolor Ajeno”, para que, comprándolas nosotros, ayudemos a todas aquellas personas que no pueden hacerlo allí donde más se necesitan.
¿Qué son en realidad?
No son pastillas que compremos para enviar a los países más necesitados. Son, simplemente, caramelos Pectol con sabor mentol-eucalipto (vienen 6 en cada caja), con vitamina C y sin azúcar, de los típicos que nos tomamos cuando estamos congestionados y te ayudan a respirar.
¿Cuánto cuestan las “Pastillas contra el dolor ajeno”?
Poco, muy poco. Cada caja tiene un coste de 1 euro. Los beneficios que se consiguen de la venta de estas pastillas van destinados al tratamiento de las enfermedades arriba comentadas y en el prospecto se explica cuánto dinero es necesario, de manera representativa, para hacer algo por la población de los países subdesarrollados.
¿Qué efectos tienen las pastillas?
Cada caja se convierte en 1 euro de ayuda médica para las personas que padecen enfermedades olvidadas:
- Con 1 euro se puede dar tratamiento a 3 niños enfermos de malaria.
- Con 20 euros se puede hacer llegar un tratamiento completo a 12 adultos enfermos de Chagas.
- Con 100 euros se puede tratar con antirretrovirales a un niño durante 1 año.
- Con 10 euros pueden realizarse pruebas de diagnóstico de la enfermedad del sueño a una persona.
- Con 70 euros puede tratarse a un enfermo de tuberculosis durante 6 meses.
- Con 160 euros se pueden comprar los medicamentos para tratar a un enfermo de kala azar
Más información
Puedes conseguir más información en la página web www.pastillascontraeldolorajeno.com, llamando al 902 25 25 03 o contactando con Médicos Sin Fronteras en el e-mail oficina@barcelona.msf.org.