Ya explicábamos lo importantes que son las comidas en familia para que los niños desarrollen buenos hábitos de nutrición y además, fomentar la buena comunicación. Sin embargo, la comida es algo más que comer, y en todo el proceso podemos y deberíamos,incorporar a los niños a la cocina.
Las ventajas de la colaboración de los niños en el proceso de la cocina son muchas. Nos van a permitir conocerlos mejor y que ellos también nos conozcan, trabajando en equipo, distribuyendo tareas y ayudándonos los unos a los otros.
Además, la cocina es, como explicamos también en otras ocasiones, un gran laboratorio de aprendizaje donde matemáticas, ciencias naturales y hasta historia y geografía tienen su lugar.
Educar a nuestros hijos es un proceso complejo que podríamos resumir como la forma de preparar a nuestros hijos para vivir como adultos independientes y felices, capaces de desarrollar su potencial y relacionarse sanamente en la sociedad. Y, en esto, también la cocina nos ofrece infinitas posibilidades de socialización, aprendizaje de tareas básicas, de higiene, nutrición y relaciones humanas.
Por último, debo también destacar que la cocina y todo en lo que los niños pueden colaborar en ella va a mejorar sus habilidades cognitivas, de comunicación y además, la psicomotricidad fina con la utilización de materiales y objetos de todo tipo.
Veamos ahora las tareas relacionadas con la cocina en la que los niños van a poder colaborar con los adultos.
Colaborar en la compra
Colaborar y acompañarnos a la compra es una de las actividades que forman parte del proceso de la cocina.
Cuando son bebés la compra puede resultar muy aburrida para ellos, sobre todo si van en su carrito y pasamos demasiado tiempo para su paciencia y necesidades en el super. Pero a partir de los dos o tres añitos, dependiendo del niño, si puede ser un rato de actividad familiar agradable si la planificamos bien y sobre todo, si acudimos a tiendas del barrio donde ir enseñándole los diferentes alimentos. Me acuerdo lo que le gustaba a mi hijo la frutería o la pescadería y lo mucho que pudo aprender alli.
Luego, cuando ya se cansan menos y entienden mejor los conceptos, podemos ir mostrándole los diferentes alimentos, hablando de ellos, eligiendo juntos el menú que haremos con lo que vayamos comprando e incluso, ir explicando cosas como la fecha de caducidad o la elección de alimentos saludables dentro de una dieta balanceada.
Como siempre, con los niños, sin prisas ni regaños, descubiéndoles que el mundo es un lugar lleno de posibilidades en las que vamos a acompañarles.
Colaborar en la preparación de los alimentos
La cocina puede ser muy divertida si los niños nos ayudan a preparar los alimentos. Hay muchos materiales que tocar, masas, polvos, líquidos, además de muchos colores, sabores y texturas diferentes. Los niños pueden aprender mucho, ejercitarse y divertirse en ella.
Pueden ayudarnos con tareas sencillas, al principio, solo acercarnos algo o darle a un botón con nuestra supervisión, pero poco a poco batir un huevo, revolver una mezcla o amasar van a estar dentro de sus capacidades.
Por supuesto, debemos asegurar la cocina para que no sea peligrosa para ellos, no dejando cazuelas ni objetos calientes ni cortantes cerca de ellos y evitando que puedan tocarlos tirarlos. Pero tampoco hay que obsesionarse con tenerlo todo limpio y recogido mientras nos ayudan, hay que ser flexibles y disfrutar del proceso. Y, por supuesto, nunca regañarles si no hacen bien las cosas a la primera, pero si estar atentos para evitar y señalar los comportamientos que puedan ser peligrosos.
Lo ideal es pedirles ayuda con platos fáciles: un helado, una ensalada, unos aperitivos, poner unas lonchas de queso en un plato o decorar la fruta ya cortada poniéndola bonita en la fuente de servir. Si hacemos pizza casera, una tarta o unos bocadillos seguro que van a disfrutar mucho ayudando y si, además, tenemos un poco de maña para hacer decoraciones con forma de caritas o animalitos, más todavía.
Poner y quitar la mesa
Si vamos a comer todos juntos y no vamos con prisas es el momento de ir incorporando al niño, a partir de los tres años, cuando tienen la habilidad necesaria, a las tareas de poner y quitar la mesa. Antes, quizá podrán también llevar las servilletas o vasos de plástico, pero no sería adecuado pedirles más de lo que son capaces.
Sin embargo, si es importante tener en cuenta que los niños no son incapaces y que hay muchas cosas que pueden hacer, sin presionar ni regañar, primero como un juego y poco a poco, como una labor más que hacemos en familia, para, más adelante, que puedan asumir directamente que el hogar es un proyecto común en el que todos colaborarmos en las tareas que podemos hacer.
Es importante, cuando vamos a poner la mesa o quitarla, pedirles cosas concretas y explicarles la forma de hacerlo, sin enfadarnos si se les cae algo o si, en ese momento, están cansados y necesitan jugar después de haber estado sentamos mucho rato. Es un proceso paulatino pero también podemos hacerlo divertido y agradable si nosotros nos lo tomamos de ese modo, siempre recordando que las actividades deben ser apropiadas para la edad y la capacidad del niño.
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