martes, 16 de marzo de 2010

Jugar a ser otros estimula su imaginación

A partir de los dos años, muchos niños desarrollan la capacidad de ponerse en la piel de otros en sus juegos e imaginar que son ellos. Exactamente aún no son capaces de imaginar cómo se sentirían los demás, pero sí imaginan que son, jugando, otras personas, personajes o animales.

Muchos niños empezarán a decir: “Yo, Mickey” o “Yo, papá” o “Yo, Juan”, porque les gusta Mickey, echa de menos a papá o se acuerdan de su amigo Juan, y quieren pensar que viven sus aventuras o que los tienen cerca. Los padres participamos de este juego hablándoles como si fueran esas otras personas, e inventando aventuras.


Imaginacion

La imaginación es increíble a esas edades, y podemos explorar una selva, trabajar como lo haría papá o jugar en la nieve con Juan. Podemos acompañarles en estos juegos inventando cualquier aventura, entrar en su mundo y convertirles en quienes quieran imaginar.

Normalmente hay un objeto que les hace “ponerse en la piel” del otro: si coge los zapatos de papá, una prenda de mamá, el muñeco de Mickey, la mochila de Dora la Exploradora…

Mi hija mayor últimamente es todos esos personajes y cómo no, también se “convierte” en bebé, no sólo en su hermana pequeña, sino en otros bebés de sus personajes favoritos como Rosi, la hermana de Caillou (también se convierte en Caillou a menudo), o a “darnos sustos” convirtiéndose en el fantasma de la cocina que se esconde tras la trona.

A veces, incluso nos asigna a los demás otro papel: “Tú Minie”, “Tú yaya”... Lo que aún le cuesta entender y no le gusta es que yo me ponga en su lugar y la imite a ella o a un bebé. Creo que ya tiene bastante con su hermanita bebé en casa.

Otra variedad de imitaciones son los animales: conforme aumentan en su capacidad de vocalización y movimientos son capaces de imitar animales cada vez con más acierto. Claro, hay que llevar cuidado porque cualquier objeto se convierte en un hueso que lleva el perrito en la boca…

Jugando sin juguetes

Por supuesto, los juguetes “físicos” siguen estando entre sus entretenimientos favoritos, pero cualquier objeto que no suponga peligro para ellos se puede convertir en un juguete, y lo hacen con mucho éxito. De ahí que haya que llevar cuidado en no dejar objetos peligrosos a su alcance, pues al ansia de explorar y descubrir se une esa magia de convertirlo todo en un juego gracias a la imaginación.

Incluso, a partir de los dos años muchos niños empiezan a ser capaces de imaginar que comen de un plato imaginario, que acunan a un bebé imaginario, que entran a una casita imaginaria… ¡Imaginad qué ahorro de espacio! Todo lo necesario para jugar y divertirse está en su imaginación.

Al tiempo que aprenden a imitar a otras personas, también son capaces de fingir estados anímicos o físicos en el sentido de juego: ahora estoy triste, ahora estoy cansada, ahora estoy enfadada, ahora me asusto, ahora tengo dolor y quiero que el doctor me dé jarabe con un tenedor…

Es en esta edad en la que el niño comienza a divertirse en compañía de otros niños, aunque se limitan a observar o imitar el juego de los demás y difícilmente lo harán colaborativo con niños de la misma edad, lo cual suele llegar a partir de los tres años.

A partir de los 3 años, el niño empieza a relacionarse con amiguitos, desea compartir sus juegos con ellos y se reparten los papeles.

Mientras tanto, somos sus padres los que “entendemos” esta bonita manera de jugar siendo otros y podemos disfrutarlo juntos y animarles a que se conviertan en quienes quieran ser. Lo importante es que, mientras juegan, aprenden y se divierten, y nosotros con ellos.

Foto | Rastapopaulose (Flickr)

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