viernes, 28 de septiembre de 2012
viernes, 21 de septiembre de 2012
El periodo de adaptación de Aran: ¿te lo dejo contento o llorando?
El periodo de adaptación de Aran: ¿te lo dejo contento o llorando?:
El tiempo pasa volando y mi pequeño Aran, el que nació pesando dos kilitos pelados ahora hace 3 años y medio ha empezado estos días el colegio. Cuando fuimos con Jon, de ahora seis años, al colegio por primera vez, pensamos que lo llevaría mal, que lloraría mucho, que no aceptaría la separación y nos demostró cuán equivocados estábamos al llorar sólo el primer día al salir.
Ahora que íbamos con Aran, que tiene un carácter más extrovertido, pensábamos que no lloraría, que iría genial, y también él nos demostró lo equivocados que estábamos al llorar los primeros días a la hora de entrar en el colegio. Esto hizo que tuviéramos que esforzarnos (ahora os diré cómo) para conseguir que se quedara contento, esfuerzos que han querido limitar un poco en el colegio, pero que me ha llevado a preguntarme: “¿Te lo dejo contento o llorando?“
El segundo día también entró bien y salió también bien, haciéndonos pensar que la adaptación estaba siendo un éxito. Sin embargo, el tercer día dijo que “esto de ir al cole ya no me hace tanta gracia” y al querer dejarlo empezó a llorar. No era un llorar con todo el cuerpo, de ese tipo rabieta, sino un llorar compungido, de ese de “lloro sin moverme”, lágrimas que brotaban de pena, quieto él, en la misma posición que lo había dejado, mirando a la pared, y no pude dejarlo así. No quise dejarlo así.
Muchos padres se fueron. Muchos dejaron a los niños “ahí te las apañes”, pero yo no fui capaz de hacerle eso a mi hijo (padre blando, suele ser la definición), así que nos quedamos en el aula el profesor, unos nueve niños contando con mi hijo y yo. Lloraban tres o cuatro de manera más o menos desconsolada y él hacía intentos no demasiado fructuosos de calmarles con juegos. Yo hacía lo mismo con el mío, cogiendo juguetes e inventando historias.
Pronto empezaron a acercarse niños para escuchar mi historia y por un momento me sentí mal. El profesor había decidido que escribir en la pizarra los nombres de los niños era un buen modo de calmarlos y ellos, al parecer, decidieron que lo que hacía ese papá con los juguetes parecía más interesante.
Estuve unos minutos más hasta que pude dejar a mi hijo más tranquilo y finalmente me despedí con un “en un rato estamos aquí contigo otra vez”. Lloró un poco al irme, pero se quedó mejor que muchos niños que aún lloraban.
Ese día se acercó la TEI (Técnico en Educación Infantil) y me echó una mano, calmando a Aran, quedando en que harían un dibujo y abrazándole. Luego al mediodía nos indicó que había pasado la mañana muy bien.
El martes sucedió algo parecido, pero enseguida encontré en un parking con coches a mi aliado. Logré que le interesara el tema y se quedó jugando con los coches, pudiéndome ir antes de la clase.
Entonces llegó el miércoles, había que inventar algo nuevo porque no era plan de tirar de coches y juguetes todos los días y entré de nuevo con él en la clase (como Pedro por su casa y sin que muchos padres más lo hicieran) esta vez con el aviso previo de “me parece que te están esperando”. Le dije que me parecía, antes de entrar, que los niños estaban ya buscándole. Entonces entré con él, casi como Torrente al entrar al bar cargado de billetes diciendo “¡Que empiece la fiesta, que Torrente ha llegado!”, anunciando a los niños con emoción que Aran había llegado, que ya estaba aquí y que ya podían jugar con él.
Los niños me miraban con cara de “de qué habla este flipao…”, pero yo seguí y Aran sonreía, se sentía especial, importante y dispuesto a jugar con los niños. Algunos se acercaron y empezaron a jugar con él. Fue cosa de uno o dos minutos, me despedí de él, le hice gesto de OK al profesor y entonces me pidió que “mañana lo dejas en la puerta y ya está, ¿vale?”.
Si yo fuera profesor y los padres consiguieran, en cinco minutos, dejarme a todos los niños tranquilos, les besaría los pies. Aunque por otra parte entiendo que hace ya una semana que Aran va al cole, que cada día va mejor y que de igual modo que los niños se están adaptando al espacio y al profesor, él también se está adaptando a ellos y ya los conoce mejor.
Ayer jueves le hice caso, me despedí en la puerta. No hizo falta que entrara porque ya iba más tranquilo. De hecho, el miércoles por la tarde me dijo que “yo ya no lloro, porque ya no me da miedo el cole”. Me alegré por él. Mal lo habría pasado si siguiera llorando y yo no pudiera entrar, pero por suerte no fue así.
En cualquier caso, tengo que dar las gracias al profesor por haberme permitido la licencia de “colarme” cada día en la clase con mi hijo y trabajar la despedida. Ahora él va contento y yo estoy mucho más tranquilo. Otro profesor (o profesora) no me habría dejado entrar ni el primer día, así que, aunque es triste decirlo así, soy un privilegiado por haber hecho una adaptación de una semana, entrando unos minutos cada mañana con mi hijo.
Digo triste, porque repito, si yo fuera profesor (a veces ganas me dan de estudiar la carrera para ejercer), en mi clase serían bienvenidos los padres y madres hasta que quisieran irse. Cada niño tiene su ritmo, tienen sólo tres años de vida (vamos, que hace tres años ni siquiera existían) y no podemos pretender que crezcan en dos días de golpe y vean el colegio como algo positivo cuando ellos preferirían tener mucha más libertad, libertad que seguramente necesitan más que muchas de las cosas que en el colegio pueden aprender.
En Bebés y más | ¿Preparados? Empezamos el cole “de mayores”, Síndrome postvacacional: niños apáticos al volver al colegio, Cinco consejos para ayudar a los niños en la adaptación a la guardería
El tiempo pasa volando y mi pequeño Aran, el que nació pesando dos kilitos pelados ahora hace 3 años y medio ha empezado estos días el colegio. Cuando fuimos con Jon, de ahora seis años, al colegio por primera vez, pensamos que lo llevaría mal, que lloraría mucho, que no aceptaría la separación y nos demostró cuán equivocados estábamos al llorar sólo el primer día al salir.
Ahora que íbamos con Aran, que tiene un carácter más extrovertido, pensábamos que no lloraría, que iría genial, y también él nos demostró lo equivocados que estábamos al llorar los primeros días a la hora de entrar en el colegio. Esto hizo que tuviéramos que esforzarnos (ahora os diré cómo) para conseguir que se quedara contento, esfuerzos que han querido limitar un poco en el colegio, pero que me ha llevado a preguntarme: “¿Te lo dejo contento o llorando?“
Tres días de adaptación
El periodo de adaptación ha consistido en ir tres días durante una hora y media. El primer día entró bien, contento, como la mayoría. Salió a la hora y media llorando porque en un momento nos necesitó y, viendo que no estábamos, nos llamó sin éxito.El segundo día también entró bien y salió también bien, haciéndonos pensar que la adaptación estaba siendo un éxito. Sin embargo, el tercer día dijo que “esto de ir al cole ya no me hace tanta gracia” y al querer dejarlo empezó a llorar. No era un llorar con todo el cuerpo, de ese tipo rabieta, sino un llorar compungido, de ese de “lloro sin moverme”, lágrimas que brotaban de pena, quieto él, en la misma posición que lo había dejado, mirando a la pared, y no pude dejarlo así. No quise dejarlo así.
Muchos padres se fueron. Muchos dejaron a los niños “ahí te las apañes”, pero yo no fui capaz de hacerle eso a mi hijo (padre blando, suele ser la definición), así que nos quedamos en el aula el profesor, unos nueve niños contando con mi hijo y yo. Lloraban tres o cuatro de manera más o menos desconsolada y él hacía intentos no demasiado fructuosos de calmarles con juegos. Yo hacía lo mismo con el mío, cogiendo juguetes e inventando historias.
Pronto empezaron a acercarse niños para escuchar mi historia y por un momento me sentí mal. El profesor había decidido que escribir en la pizarra los nombres de los niños era un buen modo de calmarlos y ellos, al parecer, decidieron que lo que hacía ese papá con los juguetes parecía más interesante.
Estuve unos minutos más hasta que pude dejar a mi hijo más tranquilo y finalmente me despedí con un “en un rato estamos aquí contigo otra vez”. Lloró un poco al irme, pero se quedó mejor que muchos niños que aún lloraban.
Tras el fin de semana, vuelta a la carga
Entonces llegó el fin de semana, que cortó un poco la historia, y después llegó el lunes. Entré de nuevo con él en clase y aparecieron de nuevo las lágrimas, esas que te parten el corazón, esas que te hacen irte a casa pensando “¿Qué sentido tiene que un niño vaya llorando al lugar donde se supone que tiene que crecer como persona?”, esas que te hacen decir que “el colegio tendría que empezar a los ocho años”.Ese día se acercó la TEI (Técnico en Educación Infantil) y me echó una mano, calmando a Aran, quedando en que harían un dibujo y abrazándole. Luego al mediodía nos indicó que había pasado la mañana muy bien.
El martes sucedió algo parecido, pero enseguida encontré en un parking con coches a mi aliado. Logré que le interesara el tema y se quedó jugando con los coches, pudiéndome ir antes de la clase.
Entonces llegó el miércoles, había que inventar algo nuevo porque no era plan de tirar de coches y juguetes todos los días y entré de nuevo con él en la clase (como Pedro por su casa y sin que muchos padres más lo hicieran) esta vez con el aviso previo de “me parece que te están esperando”. Le dije que me parecía, antes de entrar, que los niños estaban ya buscándole. Entonces entré con él, casi como Torrente al entrar al bar cargado de billetes diciendo “¡Que empiece la fiesta, que Torrente ha llegado!”, anunciando a los niños con emoción que Aran había llegado, que ya estaba aquí y que ya podían jugar con él.
Los niños me miraban con cara de “de qué habla este flipao…”, pero yo seguí y Aran sonreía, se sentía especial, importante y dispuesto a jugar con los niños. Algunos se acercaron y empezaron a jugar con él. Fue cosa de uno o dos minutos, me despedí de él, le hice gesto de OK al profesor y entonces me pidió que “mañana lo dejas en la puerta y ya está, ¿vale?”.
“¿Te lo dejo contento o llorando?”
Me chocó un poco el comentario porque yo había conseguido, varios días, que mi hijo se quedara contento y que, de rebote, se quedara jugando con otros niños que dejaban de llorar al sumarse a nuestra fiesta particular. Entonces me pregunté que qué problema había en que entrara, si con ello le dejaba al niño tranquilo.Si yo fuera profesor y los padres consiguieran, en cinco minutos, dejarme a todos los niños tranquilos, les besaría los pies. Aunque por otra parte entiendo que hace ya una semana que Aran va al cole, que cada día va mejor y que de igual modo que los niños se están adaptando al espacio y al profesor, él también se está adaptando a ellos y ya los conoce mejor.
Ayer jueves le hice caso, me despedí en la puerta. No hizo falta que entrara porque ya iba más tranquilo. De hecho, el miércoles por la tarde me dijo que “yo ya no lloro, porque ya no me da miedo el cole”. Me alegré por él. Mal lo habría pasado si siguiera llorando y yo no pudiera entrar, pero por suerte no fue así.
En cualquier caso, tengo que dar las gracias al profesor por haberme permitido la licencia de “colarme” cada día en la clase con mi hijo y trabajar la despedida. Ahora él va contento y yo estoy mucho más tranquilo. Otro profesor (o profesora) no me habría dejado entrar ni el primer día, así que, aunque es triste decirlo así, soy un privilegiado por haber hecho una adaptación de una semana, entrando unos minutos cada mañana con mi hijo.
Digo triste, porque repito, si yo fuera profesor (a veces ganas me dan de estudiar la carrera para ejercer), en mi clase serían bienvenidos los padres y madres hasta que quisieran irse. Cada niño tiene su ritmo, tienen sólo tres años de vida (vamos, que hace tres años ni siquiera existían) y no podemos pretender que crezcan en dos días de golpe y vean el colegio como algo positivo cuando ellos preferirían tener mucha más libertad, libertad que seguramente necesitan más que muchas de las cosas que en el colegio pueden aprender.
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¿Cómo debe ser un buen desayuno para rendir en el cole?
¿Cómo debe ser un buen desayuno para rendir en el cole?:
Para comenzar el día con energía es indispensable un buen desayuno, sobre todo para poder afrontar el colegio y las clases matinales y, en general, durante toda la infancia. Pero, ¿cómo es un buen desayuno para rendir en el cole?
Nosotros no tenemos que estar en el colegio a las nueve de la mañana. Educarse en casa permite que los horarios sean mucho más flexibles y que las actividades se organicen según los gustos o las necesidades de cada familia. Y no somos muy madrugadores. Pero si acostumbramos a desayunar muy bien antes de comenzar las actividades y las clases de todos los días. Y eso es fundamental para todos los niños.
Tenemos tiempo para desayunar de forma contundente y empezar el día con energía. La clave, no ir apurados y, aunque para los homeschoolers suele ser más sencillo, los niños que van al cole también necesitan tiempo por la mañana para comer y por supuesto, comer bien.
Si van corriendo y llegan tarde es complicado que desayunen tranquilos, por eso, mi primer consejo es que todos os levantéis con tiempo de sobra para sentaros juntos en la mesa y disfrutar de los alimentos.
Yo soy de esas personas que por las mañanas van en funcionamiento lento, me acueste a las diez o a las cuatro, antes de las siete de la tarde las neuronas las tengo adormiladas. Y además, desayunar nada más levantarme, realmente, me da hasta naúseas. Prefiero dejar pasar una hora y entonces, ya recuperada, hacer un desayuno que casi podríamos calificar como comida.
Mi hijo, si quitamos lo del café, que lógicamente no toma, es parecido. Para que deayunara para salir a las ocho habría que levantarlo con mucho tiempo de antelación. Ahora no madrugamos ni nos gusta hacerlo, desayuna algo bebido y a la hora de haberse levantado es la hora de tomar un desayuno más contundente que la propia cena.
Si vuestros hijos son también de los que a primera hora van con un funcionamiento lento y les cuesta ponerse a desayunar, lo mejor es levantarlos antes y poder dedicarle el tiempo que merece el desayuno, sentados todos juntos y con tranquilidad, disfrutando de platos apetitosos y variados.
De hecho, es dificil saber que es nuestro desayuno y que nuestra comida. Y esa creo que es otra de las claves, que, aunque en España es menos habitual, si lo hacen en otros países en los que he vivido: el desayuno, cuando más se parezca a la comida, mejor. Desde luego lo que si resulta preocupante es que más de la mitad de los niños no hacen un buen desayuno y eso merma sus energías en el día que comienza y desequilibra su nutrición.
Pero yo en eso si soy bastante clara, los horarios y distribución de las comidas son un hecho cultural, lo importante es distribuir los alimentos a lo largo del día de forma equilibrada, no dejar muchas horas sin comer, y empezar las actividades con energía, sea con pollo asado y crema de calabacín, sea con leche, magdalenas y manzana.
Por eso, antes de recargar bien las energías no hacemos grandes actividades, las clases de equitación, las matemáticas o el piano son siempre después de una colación abundante. De todos modos, lo de hacer un desayuno contundente aunque es común en muchas familias de homeschoolers (spaguettis, tortillas, burritos, platos combinados, bocadillos, ensaladas, caldo, unas croquetas, bandejas de fruta y zumos naturales) también se puede hacer en las demás casas, basta tener un poco de tiempo para organizarse y no intentar darse la comilona con el tiempo corriendo en nuestra contra.
La hora del patio puede ser un buen momento para completar el aporte de energía de la mañana, pero siempre dependerá del apetito del niño a esas horas y de lo rápido que coma, porque pasarse el recreo con el bocadillo en la mano y sin poder jugar es un poco triste. Por eso, mi consejo, madrugar un poco más y sentaros todos a la mesa a difrutar de una comida variada, colorida y rica.
Puede ser pan de pueblo con aceite, un poco de queso y un plato de sandía un día y otro un lomo a la plancha, champiñones y una naranjada casera. ¿Suena apetitoso?
Vamos ahora a nuestras recomendaciones para que el desayuno les permita llegar al cole con energía:
Primero, variedad de sabores. Unos días puede ser salado como un sandwich de york y queso, un huevo a la plancha con salchichas, unas medias noches de jamón con tomate o un trozo de pastel de salmón. Otros días puede llevar tarta de manzana, bizchocho casero, galletas de chocolate o un muesli con frutos secos y pasas.
Segundo, las bebidas. Parece que por la mañana es casi obligatorio tomar un vaso de leche, pero hay niños, igual que adultos, que la leche no les sienta bien o no les gusta. No hay que obsesionarse, se pueden tomar otras bebidas como “leches” vegetales, zumos naturales o infusiones. Lo que cuenta, al final, es que el niño reciba un aporte de todos los nutrientes a lo largo del día y que el desayuno incluya vegetales, hidratos y proteínas suficientes como para cubrir su gasto energético de la mañana. Y también importante: hay que beber agua.
Espero que estos consejos os animen a hacer buenos, ricos, coloridos y sabrosos desayunos en familia. De verdad que son una clave para el rendimiento en las actividades de la mañana y especialmente, para poder rendir en el cole.
En Bebés y más | Desayuna y aprueba… prueba a desayunar, nueva campaña para promover el desayuno entre los niños, ¡Despierta y Desayuna!, nueva campaña para fomentar un desayuno saludable, Errores frecuentes en la alimentación infantil, Guía para una buena alimentación infantil
Para comenzar el día con energía es indispensable un buen desayuno, sobre todo para poder afrontar el colegio y las clases matinales y, en general, durante toda la infancia. Pero, ¿cómo es un buen desayuno para rendir en el cole?
Desayunos “homeschoolers”
Nosotros somos mal ejemplo sobre este tema, puesto que mi hijo no desayuna para ir al cole, pues es homeschooler. Pero si hacemos buenos desayunos.Nosotros no tenemos que estar en el colegio a las nueve de la mañana. Educarse en casa permite que los horarios sean mucho más flexibles y que las actividades se organicen según los gustos o las necesidades de cada familia. Y no somos muy madrugadores. Pero si acostumbramos a desayunar muy bien antes de comenzar las actividades y las clases de todos los días. Y eso es fundamental para todos los niños.
Tenemos tiempo para desayunar de forma contundente y empezar el día con energía. La clave, no ir apurados y, aunque para los homeschoolers suele ser más sencillo, los niños que van al cole también necesitan tiempo por la mañana para comer y por supuesto, comer bien.
Si van corriendo y llegan tarde es complicado que desayunen tranquilos, por eso, mi primer consejo es que todos os levantéis con tiempo de sobra para sentaros juntos en la mesa y disfrutar de los alimentos.
Yo soy de esas personas que por las mañanas van en funcionamiento lento, me acueste a las diez o a las cuatro, antes de las siete de la tarde las neuronas las tengo adormiladas. Y además, desayunar nada más levantarme, realmente, me da hasta naúseas. Prefiero dejar pasar una hora y entonces, ya recuperada, hacer un desayuno que casi podríamos calificar como comida.
Mi hijo, si quitamos lo del café, que lógicamente no toma, es parecido. Para que deayunara para salir a las ocho habría que levantarlo con mucho tiempo de antelación. Ahora no madrugamos ni nos gusta hacerlo, desayuna algo bebido y a la hora de haberse levantado es la hora de tomar un desayuno más contundente que la propia cena.
Si vuestros hijos son también de los que a primera hora van con un funcionamiento lento y les cuesta ponerse a desayunar, lo mejor es levantarlos antes y poder dedicarle el tiempo que merece el desayuno, sentados todos juntos y con tranquilidad, disfrutando de platos apetitosos y variados.
El desayuno, cuando más se parezca a una comida, mejor
Nosotros, si tenemos alguna clase o compromiso antes del mediodía, lo programamos hacia las doce, y si nos levantamos a las nueve, a las diez nos tomamos unos filetes o una buena ensalada completa.De hecho, es dificil saber que es nuestro desayuno y que nuestra comida. Y esa creo que es otra de las claves, que, aunque en España es menos habitual, si lo hacen en otros países en los que he vivido: el desayuno, cuando más se parezca a la comida, mejor. Desde luego lo que si resulta preocupante es que más de la mitad de los niños no hacen un buen desayuno y eso merma sus energías en el día que comienza y desequilibra su nutrición.
Pero yo en eso si soy bastante clara, los horarios y distribución de las comidas son un hecho cultural, lo importante es distribuir los alimentos a lo largo del día de forma equilibrada, no dejar muchas horas sin comer, y empezar las actividades con energía, sea con pollo asado y crema de calabacín, sea con leche, magdalenas y manzana.
Por eso, antes de recargar bien las energías no hacemos grandes actividades, las clases de equitación, las matemáticas o el piano son siempre después de una colación abundante. De todos modos, lo de hacer un desayuno contundente aunque es común en muchas familias de homeschoolers (spaguettis, tortillas, burritos, platos combinados, bocadillos, ensaladas, caldo, unas croquetas, bandejas de fruta y zumos naturales) también se puede hacer en las demás casas, basta tener un poco de tiempo para organizarse y no intentar darse la comilona con el tiempo corriendo en nuestra contra.
Desayunos y colegio
Y si los niños tienen que ir a clase a primera hora de la mañana es muy importante, sin duda, que hagan un desayuno bien completo y nutritivo, que les de energía.La hora del patio puede ser un buen momento para completar el aporte de energía de la mañana, pero siempre dependerá del apetito del niño a esas horas y de lo rápido que coma, porque pasarse el recreo con el bocadillo en la mano y sin poder jugar es un poco triste. Por eso, mi consejo, madrugar un poco más y sentaros todos a la mesa a difrutar de una comida variada, colorida y rica.
Puede ser pan de pueblo con aceite, un poco de queso y un plato de sandía un día y otro un lomo a la plancha, champiñones y una naranjada casera. ¿Suena apetitoso?
Vamos ahora a nuestras recomendaciones para que el desayuno les permita llegar al cole con energía:
Variedad, clave para mantener el apetito
Si todas las mañanas tomamos la misma leche, el cacao y las galletas es dificil ver el desayuno como una comida apetitosa, incluso si eso nos gusta. Para que el desayuno se convierta en uno de los pilares de la alimentación diaria y hacerlo completo la clave es la variedad.Primero, variedad de sabores. Unos días puede ser salado como un sandwich de york y queso, un huevo a la plancha con salchichas, unas medias noches de jamón con tomate o un trozo de pastel de salmón. Otros días puede llevar tarta de manzana, bizchocho casero, galletas de chocolate o un muesli con frutos secos y pasas.
Segundo, las bebidas. Parece que por la mañana es casi obligatorio tomar un vaso de leche, pero hay niños, igual que adultos, que la leche no les sienta bien o no les gusta. No hay que obsesionarse, se pueden tomar otras bebidas como “leches” vegetales, zumos naturales o infusiones. Lo que cuenta, al final, es que el niño reciba un aporte de todos los nutrientes a lo largo del día y que el desayuno incluya vegetales, hidratos y proteínas suficientes como para cubrir su gasto energético de la mañana. Y también importante: hay que beber agua.
Espero que estos consejos os animen a hacer buenos, ricos, coloridos y sabrosos desayunos en familia. De verdad que son una clave para el rendimiento en las actividades de la mañana y especialmente, para poder rendir en el cole.
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viernes, 7 de septiembre de 2012
¡No los cargues demasiado! Prevén el mal uso de las mochilas
¡No los cargues demasiado! Prevén el mal uso de las mochilas:
Con la vuelta al cole las mochilas se sacan del armario y se cargan de nuevo para llevar todo lo necesario al colegio. Por suerte, los más pequeños no tienen demasiado que llevar de casa, el almuerzo y poco más. Pero conforme van creciendo la mochila se carga más y más y pueden llegar los problemas.
Los médicos calculan que antes de los 15 años, entre el 50 y el 70% de los niños ya habrán sufrido dolores de espalda. Por eso recomiendan que los escolares hagan ejercicio de manera habitual y que el peso de la mochila no supere el 10% de su peso.
Coincidiendo con el inicio del curso escolar la Organización Médica Colegial (OMC) y la Fundación Kovacs, una institución científica especializada en las dolencias del cuello y la espalda, han presentado una campaña en la que se incide en la práctica de deporte en el ámbito familiar para prevenir dolores de espalda.
Esta prevención es fundamental, pues el probable dolor de espalda infantil puede llegar a hacerse crónico y afectar a la vida adulta. Uno de los orígenes de ese dolor es el peso de las mochilas que llevan al colegio o la falta de ejercicio físico y la vida sedentaria que predomina en el día a día de los menores.
El ejercicio es fundamental para desarrollar la musculatura de los pequeños, y se ha demostrado eficaz para prevenir las dolencias de espalda. Las mochilas de ruedas son una opción válida si no llevan demasiado peso, y la instalación de taquillas en las escuelas una buena idea (aunque inviable en estos momentos, me temo).
Recordemos que si los pequeños llevan mochila hay que situarla relativamente baja, en la zona lumbar, tan cerca del cuerpo como sea posible, y sujeta con un cinturón de manera que no se balancee. El peso no debe exceder el 10% del peso del niño.
La incidencia de las patologías de espalda aumenta a partir de los 10 años, pero la campaña de prevención se centra en los escolares de menor edad. Nunca es pronto para aprender un estilo de vida saludable, también cuidando la espalda a la hora de ir al colegio.
Sitio Oficial | Kovaks
Foto | Cary Yen en Flickr-CC
En Bebés y más | Los riesgos de llevar la mochila puesta en la silla de seguridad del automóvil, Mochila con detector de sobrepeso, Las mochilas escolares y la posición en los pupitres, importantes para la salud
Con la vuelta al cole las mochilas se sacan del armario y se cargan de nuevo para llevar todo lo necesario al colegio. Por suerte, los más pequeños no tienen demasiado que llevar de casa, el almuerzo y poco más. Pero conforme van creciendo la mochila se carga más y más y pueden llegar los problemas.
Los médicos calculan que antes de los 15 años, entre el 50 y el 70% de los niños ya habrán sufrido dolores de espalda. Por eso recomiendan que los escolares hagan ejercicio de manera habitual y que el peso de la mochila no supere el 10% de su peso.
Coincidiendo con el inicio del curso escolar la Organización Médica Colegial (OMC) y la Fundación Kovacs, una institución científica especializada en las dolencias del cuello y la espalda, han presentado una campaña en la que se incide en la práctica de deporte en el ámbito familiar para prevenir dolores de espalda.
Esta prevención es fundamental, pues el probable dolor de espalda infantil puede llegar a hacerse crónico y afectar a la vida adulta. Uno de los orígenes de ese dolor es el peso de las mochilas que llevan al colegio o la falta de ejercicio físico y la vida sedentaria que predomina en el día a día de los menores.
El ejercicio es fundamental para desarrollar la musculatura de los pequeños, y se ha demostrado eficaz para prevenir las dolencias de espalda. Las mochilas de ruedas son una opción válida si no llevan demasiado peso, y la instalación de taquillas en las escuelas una buena idea (aunque inviable en estos momentos, me temo).
Recordemos que si los pequeños llevan mochila hay que situarla relativamente baja, en la zona lumbar, tan cerca del cuerpo como sea posible, y sujeta con un cinturón de manera que no se balancee. El peso no debe exceder el 10% del peso del niño.
La incidencia de las patologías de espalda aumenta a partir de los 10 años, pero la campaña de prevención se centra en los escolares de menor edad. Nunca es pronto para aprender un estilo de vida saludable, también cuidando la espalda a la hora de ir al colegio.
Sitio Oficial | Kovaks
Foto | Cary Yen en Flickr-CC
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domingo, 2 de septiembre de 2012
Cómo hacer más fácil y llevadera la vuelta al cole
Cómo hacer más fácil y llevadera la vuelta al cole
Varias madres acompañan a sus hijos a la entrada del colegio. | José Cuéllar
- La ansiedad por separación es algo común en los niños que se puede prevenir
- Los expertos aconsejan ser comprensibles con los cambios de conducta
Beatriz G. Portalatín | Madrid
Actualizado domingo 02/09/2012 04:29 horas
El final del verano llega para todos y las prisas y la rutina volverán a ocupar los largos días del invierno. Los niños, aunque todavía pequeños e inmaduros, sufren como cualquiera el final de sus días de libertad. La 'vuelta al cole' es difícil también para ellos.
"Para un niño de cuatro años, tres meses, lo que dura el verano, es un porcentaje muy elevado de su vida, cosa que para un adulto no es nada. Conforme los pequeños van creciendo, ese porcentaje es menor, pero no es fácil el cambio de la diversión y el ocio al trabajo", explica el psicólogo educativo Jesús Ramírez.
Los niños pasan de no tener disciplina al deber de cumplir de nuevo unos horarios y unas normas fijas y establecidas. Por ello, el cambio es "costoso". Aunque de forma distinta, "lo mismo nos pasa a los mayores, ¿no?", señala el psicólogo.
Ansiedad por separación
Uno de las claves fundamentales en la que coinciden todos los expertos para hacer el proceso de adaptación más llevadero es la normalización. Es decir, no dramatizar la situación y no prestarle más atención de la que tiene. Así, lo explica la directora del Centro de Atención Temprana Imagina, Mónica Flores. "Lo normal es que los niños lo pasen mal.Realmente cuando se falla es cuando se quiere que las cosas se normalicen lo antes posible".
La ansiedad por separación es algo normal que ocurre en todo proceso de crianza y afecta tanto a niños como a padres, por ello todo depende de la importancia que se le dé. "Está mal visto que los niños lloren en su primer día, y solemos incluso poner etiquetas como 'el llorón'. Parte de culpa para que ese proceso de adaptación tenga éxito la tiene la acogida que tenga el niño esos primeros días de clase", asegura.
Otro de los factores de los que depende esta adaptación, como señalan los expertos, es la edad que tengan los niños y de si se inician en la escuela por primera vez, o si por el contrario ya son 'veteranos'.
Niños primerizos y veteranos
En el caso de que sea un niño que va a empezar su andadura escolar, y va a entrar en la educación primaria, el proceso es un tanto más costoso que si ya fuera un niño que ya ha acudido previamente a una guardería o jardín de infancia. "Va a suponer para el niño un cambio muy grande, en el que va a perder durante una buena parte del día a sus figuras paternas", comenta Ramírez. Pero para ellos, los colegios toman medidas. Por ejemplo, inician el colegio unos días antes, durante periodos cortos de tiempo y con la presencia de sus padres, puntualiza el experto. Muchos centros llevan tomando esta iniciativa desde hace ya varios años. ¿La ventaja? Los expertos lo tienen claro: mejorar la adaptación del niño a su nueva vida.
Por su parte, el niño ya veterano, que ha acudido al jardín de infancia, tal como explica el pediatra Jordi Pau, coordinador de Prevención y Seguridad de la Asociación Española de Pediatría (AEP), se muestra más nervioso, inquieto inseguro y además se enfrenta a una clara dicotomía: el duelo por el final del verano y las ganas por volver a ver a sus amigos. Pero para ellos, el proceso es más fácil porque enseguida comienzan de nuevo a jugar con sus viejos amigos y a olvidarse de los padres.
El periodo de adaptación suele durar, aproximadamente una semana", concreta el doctor. Por su parte, Mónica Flores asegura que el 90% de los niños en un mes ya se ha adaptado plenamente a la nueva vida.
Recomendaciones para padres
No hay un manual perfecto para padres, pero sí unas pautas adecuadas para poder hacer más fácil esta vuelta al cole. Sobre todo, una actitud positiva por parte de los padres.
"Cariño y escucha", reafirma Flores. Hay que saber escuchar a los niños, que verbalicen lo que les pasa y que puedan expresar sus emociones". Esto es, la llamada "acogida emocional" que apunta la directora del centro de Madrid. "Hay familias que no perciben que los niños necesitan expresarse, y una parte fundamental, no solo de este proceso de vuelta al cole, sino de todos, es que los padres atiendan las necesidades emocionales que les presentan sus hijos.
Por otro lado, es recomendable que los últimos días de vacaciones los niños sigan manteniendo los mismos hábitos de horarios, relacionados con su ocio y simultáneamente vayan teniendo momentos de adaptación al medio escolar, como por ejemplo ir forrando sus nuevos cuadernos. "Que empiece a familiarizarse con sus nuevos libros y materiales, personalizándolos y revisando sus contenidos", explica Ramírez.
Una vez iniciado el curso escolar, todavía podemos disfrutar de un buen clima, hay muchos días con temperaturas agradables, por ello los expertos recomiendan seguir realizando las actividades de parque o piscina durante unos días. "Con esta simple actividad, se elimina casi de raíz esa adaptación al nuevo curso", detalla el experto en psicología educativa.
Pero algo muy importante que quiere matizar es que estén seguros de los profesionales. "Es importante que los padres tengan confianza en los profesores, pues son los que se van a responsabilizar de su hijo. Y sobre todo, que estén tranquilos", concluye el psicólogo educativo.
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