Cuando las personas crecen llegan a la edad adulta dejando atrás la infancia y la adolescencia. Esto hace que el ser niños sea sólo un recuerdo para muchos y que con la niñez se vaya también una buena dosis de alegría.
Seguramente esto sucede porque a medida que crecemos, los problemas crecen también con nosotros y allí donde apenas había preocupaciones y donde todo era juego y disfrute ahora hay poco tiempo para ello y demasiado para estar ocupados y preocupados.
Todo esto hace que haciendo cuentas se observe que los niños se ríen unas 20 veces más que los adultos. Ellos son capaces de reír hasta en 300 ocasiones a lo largo de un día y nosotros lo hacemos unas 15 veces.
Lo curioso del asunto es que ellos lo hacen porque así lo sienten, sin saber lo beneficiosa que es la risa para la salud y nosotros, que tenemos la teoría, que sabemos que la risa es casi una medicina y que conocemos la existencia de cursos y seminarios de risoterapia, la utilizamos mucho menos.
Entre los beneficios conocidos se sabe que la risa es un potente antidepresivo, pues genera un estado mental positivo, que ayuda a disminuir la tensión arterial y libera endorfinas que nos ayudan a sentirnos más plenos y satisfechos con nosotros mismos, que ayuda a disminuir la timidez y aporta confianza y objetividad a la hora de resolver problemas y que, en personas con enfermedades terminales la calidad de vida mejora hasta en un 40%.
Una vez más, debemos echar la vista atrás y recordar que también fuimos niños para tratar de recuperar parte de esa alegría que hemos ido dejando en el camino. Así quizás seamos personas más pacientes, menos refunfuñonas y más felices con nuestras vidas. Una vez más, los niños tienen algo que enseñarnos a nosotros, los adultos sabelotodo.
Vía | Vida efectiva
Foto | Ryan McCullah en Flickr
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