En las últimas semanas, he venido comentando algunas ideas que transmití en un curso impartido a profesores sobre medidas para mejorar la convivencia en centros educativos. Si lo recuerdan hablé de cómo conductas inadecuadas de profesores, padres y alumnos obtenían recompensa y de cómo igualmente conductas positivas de esos mismos eran “castigadas”. Para concluir esta reflexión les propongo una medida sencilla que habría que saber implementar: la de reforzar las conductas adecuadas.
Trabajo en un centro educativo y ya he conocido unos cuantos. Los alumnos que se esfuerzan, que realizan bien su trabajo, que vienen cada mañana con sus deberes escolares hechos (en muchos casos, con mucho esfuerzo de ellos y de sus familias), que se comportan adecuadamente en el aula… obtienen poco reconocimiento y refuerzo, a veces ninguno. Sí, ya sabemos que es su obligación y su deber, pero recompensar de alguna manera esos comportamientos es una medida educativa que no solo hará que se mantenga, sino que animará a otros a imitarla. Lo que suele ocurrir, en ocasiones, es que mantener esos comportamientos adecuados implica un “plus” de esfuerzo, porque esos alumnos reciben cierto “castigo” ambiental. Muchos padres tienen que enfrentarse a la complicada pregunta de sus hijos: “por qué tengo que hacer los deberes todas las tardes, si muchos niños no los hacen y no les pasa nada”. Lo mismo ocurre con comportamientos adecuados de padres y profesores. Para perder el tiempo en la sala de profesores leyendo el periódico, por ejemplo, no hay ningún inconveniente; para llevar a cabo una iniciativa de trabajo se necesita que al Equipo Directivo le parezca bien, que esté prevista en los documentos programáticos del centro, hacer un proyecto, que lo apruebe el Consejo Escolar, una memoria… ¿me explico?
Hace unos años, cuando ejercía la labor de Jefe de Estudios pusimos en marcha una iniciativa sencilla, pero que tuvo un impacto positivo: escribir dos veces al año, una carta de felicitación a las familias de los niños que cumplían criterios tan sencillos como asistir a clase, llegar puntuales y esforzarse en sus estudios (aprobaran o no). Repito, era una medida sencilla, pero que reforzó tanto a los niños como a sus familias en el esfuerzo que estaban realizando.
En los años que llevo de orientador y por todos los centros que he ido pasando, incluido en centro actual (lo hago todos los años), recomiendo llevar a cabo esta medida, por supuesto que nunca se ha hecho… ¡QUÉ PEREZA! Pero existen planes tan voluminosos y rimbombantes como vacíos de mejora de la convivencia, de fomento de las competencias sociales, etc, etc.
Pues nada, yo les animo a que piensen y planifiquen actuaciones para reforzar las conductas positivas, tanto de padres, alumnos, como de profesores. Estoy seguro que si hiciéramos eso, “Otro gallo cantaría”. ¿Qué les parece?
Jesús Jarque García.
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