Es habitual la escena en el parque en la que un niño de unos dos años no desea dejarle sus juguetes a otro. Si se lo quitan, puede enfadarse y salir la agresividad o llorar. Los papás frecuentemente no sabemos como actuar ante esa situación, necesitamos ideas teóricas pero también técnicas para criar sin azotes. Y nos falla la capacidad de lograr una comunicación en positivo con nuestro hijo.
Por un lado queremos enseñarle a nuestro hijo a compartir y a ser amable. Al fin y al cabo el parque cumple una función sociabilizadora, en la que el pequeño aprenderá a relacionarse con otros niños y a jugar con ellos.
Por otra parte no podemos evitar empatizar con nuestro hijo, tanto si es el dueño del objeto deseado como si es el que desearía cogerlo y no entiende la negativa del otro.
La presión del entorno nos indica que “hay que compartir”, y cualquier reacción que no sea de generosidad o de educación de nuestros pequeños nos crea una sensación desagradable. ¿Estaremos educando bien a nuestro hijo?
Pero partamos de un hecho evidente, la mayoría de los niños, aunque se interesen por los otros niños no están preparados para el juego cooperativo hasta aproximadamente los tres años e, incluso entonces, la idea de ceder sus juguetes a otro, sin conocerlo siquiera, les molesta.
Casos prácticos
Pongámonos en su lugar diga lo que diga el entorno. Sus juguetes son su posesión más preciada, o al menos lo son en ese momento. Nosotros no compartiríamos nada con un desconocido, y mucho menos nuestra casa, nuestro coche o nuestros juguetes como son el ordenador o el teléfono de última generación. ¿De donde sale la idea de que los niños deben actuar de otra manera?
Así que no sabemos como actuar. La reacción más habitual es la de obligar al niño a compartir el juguete. Podemos hacerlo mediante la autoridad, o de manera más sutil, calificando su comportamiento de malo o egoísta, para que ceda a fin de estar a la altura de nuestras expectativas y complacernos.
Pero claro, puede tener un berrinche. ¿Y quien no? Para lograr un entendimiento y sobre todo, ser capaces de negociar y entender las razones de nuestro hijo podemos usar una técnica muy adecuada que es aplicable a muchas otras situaciones potencialmente conflictivas. Se trata de la comunicación no violenta, que se basa en la asertividad y la empatía.
No solo nos va a valer ahora, cuando estamos en el parque con nuestro hijito de dos años. A medida que vaya creciendo será cada vez más adecuada, ya que habremos puesto las bases de una manera de comunicarnos basada en el respeto por sus necesidades y emociones, el diálogo y cooperación.
Nuestro hijo crecerá. Puede que se encuentre con los celos cuando llegue el hermanito, y nos apabulle con berrinches y gritos al haber perdido la atención exclusiva y tener que verse esperando para que las necesidades del más pequeño sean cubiertas. No va a poder jugar con nosotros cuando quiera, tendrá que colaborar y controlar los momentos de rabia hacia el pequeño que le rompe sus juguetes o tiene hambre justo cuando le habíamos dicho que nos bajábamos a jugar.
Nuestro hijo seguirá creciendo. Irá al colegio y tendrá que ser capaz de ayudarnos para no llegar tarde vistiéndose y desayunando en un tiempo a veces demasiado medido para sus deseos.
Y luego va a seguir creciendo. Tendrá que hacer tareas no demasiado atractivas, porque en la mayoría de las escuelas los deberes repetitivos y las lecciones de memoria siguen siendo un método que no se ha abandonado. Tendrá ganas de pasarse la tarde enganchado a los juegos de ordenador o querrá salir por la noche hasta horas demasiado tardías.
Comunicación en positivo
¿Podemos mantener la autoridad mediante la imposición mucho tiempo? Me temo que no. La manera de construir una familia que dialoga es comenzar con el diálogo desde pequeños, incluso cuando tienen dificultades todavía para ese tipo de relación. Con paciencia, con mimo, con atención plena. Sin castigos, ni gritos, ni cachetes.
Entendamos las razones de sus actos, que nacen de una necesidad real, veremos en el próximo tema una nueva técnica, enfocada como herramienta práctica, para lograr esa comunicación en positivo.
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