Cada cierto tiempo aparece en los medios algún estudio descriptivo en el que se dice que tropecientas mujeres siguen fumando pese a estar embarazadas. Se da la información, se explican los riesgos y se les recomienda que lo dejen cuanto antes por el bien de sus bebés.
Sin embargo, nunca, nunca, nunca se habla del padre (o la pareja) y nadie se acuerda de él en dichas recomendaciones, quizás por eso de pensar que “si lo deja ella, lo dejará él también para apoyarla”.
El caso es que como enfermero me encuentro muchas (demasiadas) veces con madres que explican que al quedarse embarazadas, o incluso antes, dejaron de fumar y que siguen sin hacerlo después de haber parido y al preguntar sobre esta cuestión a los maridos, responden tan tranquilos que no, que ellos no dejaron de fumar, y que siguen haciéndolo al ser padres, porque “cuesta mucho dejarlo”.
No lo dudo, no soy fumador ni lo he sido nunca, pero no lo dudo. Sin embargo en una situación como la mencionada, en que tanto el padre como la madre son fumadores, a ambos les cuesta horrores dejarlo y sin embargo sólo la madre obra de manera responsable.
Los padres actúan de un modo totalmente egoísta al no pensar ni en la madre (sabiendo lo difícil que puede ser para ella dejar de fumar, poco le ayudas tú si sigues fumando), ni en el bebé (quieras que no, la futura madre se convertirá en fumadora pasiva porque mucho o poco, acabará inhalando tu humo).
El niño nace y aparecen por la consulta del pediatra y la enfermera que al realizar las preguntas de rigor se da cuenta de que el papá fuma. Se le recomienda que lo deje, por su bien, pero sobretodo por el de su bebé, se le explica que cuando uno de los padres fuma no debería dormir en la misma habitación que el bebé, al menos hasta las 14 semanas, porque el riesgo de Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL) aumenta por este motivo.
Uno espera que quizás en ese momento los padres tomen conciencia y hagan por su bebé el esfuerzo que no hicieron en su día por su mujer. Sin embargo vuelven a la revisión al mes, a los dos meses, a los tres y no falla, salen por la puerta del centro de atención primaria y papá se enciende un cigarrillo. En fin…
Foto | Danieljordahl en Flickr
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