domingo, 6 de marzo de 2011

Agáchate y vuélvete a agachar‏

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Hace escasos días que jubilé unos tejanos que compré el año pasado por tener la zona de las rodillas rota. Me sorprendió que duraran tan poco, aunque pronto encontré las razones: primera, que me gustaban y por eso los usaba a menudo, segunda, que la moda de llevar los pantalones algo desgastados hace que, efectivamente, lleves como nuevos pantalones que ya están desgastados y tercera, que no es difícil verme arrodillado cuando estoy con mis hijos.

Mientras recordaba estas tres razones llegué al inicio de este acto y me di cuenta de que una de las personas que me inculcó, en primera instancia, el agacharme para comunicarme y jugar con los bebés fue la Supernanny (aunque creo que lo haría igualmente).

Parece mentira, pero es cierto. En la TV3 (televisión autonómica de Catalunya) hace ya años que emiten traducido el programa de la Supernanny inglesa (Jo Frost) y lo vi en varias ocasiones incluso antes de tener hijos. Muchas de sus recomendaciones me gustan poco o nada, porque suponen un beneficio a corto plazo, pero un probable inconveniente a largo plazo, pero de entre ellas me quedé con una que me encantó: agáchate y vuélvete a agachar.

Mirando a los ojos para hablar

La mejor manera de llamar la atención de un interlocutor y de demostrarle a la vez que le estás escuchando es mirándole a los ojos. Además, es la más respetuosa, porque demuestras contacto y otorgas importancia a las palabras del otro (por eso hablar con alguien que no te mira o que lleva gafas de sol nos molesta, porque no vemos sus ojos y no vemos lo que nos expresa).

Con los niños la comunicación funciona exactamente igual. Todos los niños agradecen que te pongas a su nivel a la hora de hablarle y que lo hagas, sobretodo, a la hora de escucharle. Ellos entienden que les estás haciendo caso, que les das pie a expresarse y, lo que es más importante, que lo que tienen que decirte te importa.

De igual modo, como casi siempre hablamos de pie, lo que ellos perciben en el momento en que nos agachamos, les miramos a los ojos y les hablamos es que lo que les vamos a decir no es trivial, sino que queremos que lo escuche, ya sea porque es algo importante que deben saber, ya sea porque queremos expresarles un sentimiento (que le queremos mucho, por ejemplo, o que estamos enfadados por algo, quizás).

Agáchate para jugar con ellos

Muchos padres no pasan demasiado tiempo con sus hijos porque realmente no saben a qué jugar con ellos. Buscan otras tareas que les mantenga ocupados o atienden a sus hijos sólo cuando ellos les llaman (y a veces ni eso), sin encontrar ese punto de conexión en que padres e hijos disfrutan del tiempo juntos.

Ante estos casos la recomendación es simple: agáchate para jugar con ellos. Siéntate a su lado, conviértete en espectador y juega cuando tu hijo te haga participar. Los niños no necesitan un monitor de juego ni un guía que les enseñe a jugar, porque ellos ya saben jugar. De hecho tienen una creatividad muchas veces superior a la nuestra y cuando nosotros elegimos juegos les limitamos en cierto modo. Lo que ellos necesitan es que estés ahí y no precisamente cuando te llamen, sino también (y sobretodo) cuando estén jugando tranquilos en su habitación. Así les demuestras que quieres pasar tiempo con ellos, que te gusta compartir juegos, escucharles, hablar y en definitiva que ellos son personas importantes en nuestras vidas.

En definitiva, agáchate y vuélvete a agachar es una “técnica” (entrecomillo porque no es más que una manera de hacer las cosas) que nos acerca al mundo de los niños, a sus vidas y a su entorno, básicamente, porque nos ponemos a su altura visual y entramos de lleno dentro de su campo de juego.

Foto | Nezemnaya en Flickr
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