El País semanal
Tras las vacaciones, los alumnos vuelven a las aulas. Para muchos padres es un momento de incertidumbres: ¿sacarán los hijos el curso adelante? Estas son algunas claves importantes para evitar el fracaso escolar
La vuelta al cole no es solo un eslogan de grandes almacenes. Es un momento importante en la vida de las familias. En estas semanas de retorno a la rutina escolar que estamos viviendo, los padres aspiran a tener un curso sin sobresaltos. También los hijos. Para conseguirlo no hay una pócima mágica infalible. Pero sí hay una serie de recetas que pueden llevar, en mayor o menor medida, a que los chavales tengan éxito. Cuanto antes se cocinen, mejor: a un adolescente es más difícil inculcarle rutinas si previamente, en su infancia, no se ha acostumbrado a ellas.
Los ingredientes más importantes, coinciden profesores y psicólogos, son aplicar el puro sentido común, la constancia y los buenos hábitos. Empezando por lo más básico, como es el descanso, la alimentación y la higiene. Porque un niño o un adolescente necesitan una reserva de pilas a tope para afrontar con garantías cada jornada. Un joven que llega al colegio sin haber desayunado bien, o después de haber trasnochado viendo la televisión o jugando a videojuegos, no es alguien que esté predispuesto a rendir y poner atención en clase.
La diferencia entre una buena o una mala trayectoria colegial depende del esfuerzo. Pero del esfuerzo de todos. Es como una mesa de tres patas: alumno, padres, profesores. Si una falla, el mueble tiene muchas probabilidades de tambalearse e incluso de venirse abajo. “No se trata solo de lo que tiene que hacer el niño para no sufrir fracaso escolar. Se trata también de lo que tenemos que hacer los demás. Lo primero es que el alumno debe tener un maestro que tenga ilusión por su trabajo y que le motive. Y por supuesto, una familia que se implique en ese proceso, que esté pendiente de su hijo o hija”, explica Belén Marcos, psicóloga.
En esta guía proponemos una serie de consejos que no por haber sido escuchados antes dejan de ser importantes. Son pasos que si padres e hijos logran dar juntos, llevarán al éxito en el colegio y a no tener que llegar con la lengua fuera a final de curso, cuando ya no tenga remedio.
Padres siempre pendientes
Desde que los hijos son pequeñitos. “A veces llegan padres extrañados por las notas horribles que les traen. Eso no puede ser. Tienen que estar atentos a la trayectoria de sus hijos”, explica Núria Thomas, profesora y pedagoga del IES Cor de Maria, del barrio de Horta de Barcelona. Un padre o madre debe ser capaz de responder a estas preguntas: ¿sabemos si nuestros hijos aprovechan el tiempo? ¿Hacen los deberes? ¿Estamos con ellos cuando los hacen? ¿Estudian? Los padres tienen que tener paciencia: “Los hijos son para toda la vida. Hay que prestarles atención. Ojo, es verdad que no existe el mundo ideal, y que hay padres con obligaciones laborales que les roban mucho tiempo. Pero si luego, al llegar a casa, hay una atención, el niño lo percibe. Hay que ser claros: o los padres se dedican y sacan el tiempo de donde sea, o luego, como mínimo, no pueden quejarse. Porque las probabilidades de que las cosas no salgan como esperan aumentan mucho”, subraya Thomas. Otra profesora, Estefanía Sánchez, añade: “A un niño le puede ayudar, en determinadas situaciones, que un padre se ponga a hacer los deberes con él. Si el niño no entiende, el padre o madre pueden ayudarle, y no quedarse en el sofá de brazos cruzados”.
Estudiar cada día
Esto tiene que ver bastante con los dos puntos de la página anterior. Acostumbrarse a estudiar al volver del colegio es una rutina beneficiosa. “Hay muy pocos alumnos superdotados. Quien tiene notas altas es porque dedica tiempo”, explica Thomas. “Hasta que tienen 8 o 9 años, con que trabajen una hora en casa es más que suficiente. Después, hasta los 12 años, una hora y media. Y a partir de la ESO, creo que un mínimo de dos horas”. Esta psicóloga, que orienta a jóvenes en situación de fracaso escolar, añade: “Creo que el grueso del trabajo se tiene que hacer en la escuela. Hay que entender que los alumnos llevan ocho horas en el colegio, que es mucho, como una jornada laboral”, señala Marcos.
Organizarse el tiempo
Aunque parezca contradictorio con el punto anterior, no se puede ser radical y tajante en el número de horas diarias. Se trata de organizarse bien y de tener sentido común: la cantidad de estudio dependerá de cada alumno, de la edad de la que estemos hablando y del día concreto al que nos refiramos. “Decir que hay que estudiar todos los días es una respuesta políticamente correcta. De lo que se trata es de que los chavales sean responsables de hacer sus deberes diarios y no dejen el estudio para última hora”, explica Thomas. Para que esta filosofía de flexibilidad funcione deben intervenir los padres, quienes deberán saber los deberes que tiene su hijo cada día, cómo lleva la materia de cara a los controles y exámenes, etcétera. Ayudar a los chavales más perezosos, en definitiva, a organizarse y que sigan un ritmo lógico de clase.
¿Cómo se estudia?
La pregunta del millón. “Lo primero que hay que hacer es escuchar en clase. Escuchar y entender. Después, en casa, hay que leer y entender. Y habrá partes que memorizar”, asegura Thomas, que añade: “No hay una fórmula mágica. Hay quien solo necesitará un breve repaso en casa si ha entendido bien lo que se le ha explicado en clase, pero habrá quien no tenga suficiente con repasar”. El esquema básico es atender en clase, estudiar en casa, aprenderlo, hacer ejercicios, corregirlos en clase, hacer resúmenes, repasar. Siguiendo estos siete pasos, será difícil que el alumno no sepa la materia para el día del examen.
La lectura
Es indispensable. Un niño acostumbrado a leer es un niño que tiene más capacidad de comprensión. Además de que mejora el vocabulario, la lectura puede servir para que los padres se involucren. ¿Cómo? Haciendo que los padres lean los mismos libros que sus hijos. De esa manera “podrán comentarlo y establecerán un diálogo entre ellos”, recomienda una profesora madrileña.
Las actividades extraescolares
Siempre y cuando no lleven al niño agobiado, son muy positivas. El deporte, por ejemplo, es importante. Sobre todo si es en equipo, porque fomenta muchísimo el trabajo en conjunto y las relaciones con otros niños.
La rutina del horario
No se trata solamente de descansar y dormir adecuadamente, que, como hemos dicho, es básico. “El estudio es un proceso continuo y a largo plazo. Es importantísimo que un estudiante adquiera hábitos y rutinas. Los niños necesitan saber qué les toca hacer en cada momento. Si no, es muy difícil que se concentren en sus tareas”, asegura Marcos. Al establecer rutinas, ayudaremos al alumno. Estará mejor organizado y tendrá más posibilidades de que no le pille el toro, como se suele decir. “Hay tiempo para todo. Cuando salen del colegio, los alumnos tienen horas por delante. Para merendar, descansar, para hacer deporte y para estudiar”, explica Noelia Olivares, maestra de alumnos de 1º y 2º de la ESO en la Comunidad Valenciana.
El ordenador
Es una herramienta de doble filo, amiga y enemiga al tiempo. Por un lado, acostumbrarse
al uso de un ordenador es beneficioso, en una sociedad que depende, cada vez más, de la tecnología. Pero hay que controlar el tiempo que pasan los hijos delante de la pantalla, porque ellos solos seguramente no lo hagan. “Llámale chat, redes sociales o juegos ‘online’. Les absorbe la energía de una manera increíble. Los chavales no se dan cuenta del rato que llevan delante del ordenador”, asegura Thomas. Y quien dice ordenador, también dice televisión. Hay que controlar el tiempo que los hijos pasan enganchados a las pantallas.
Fomentar la responsabilidad
Padres y profesores tienen que remar juntos en esta dirección. Hay que hacer entender a los chavales que el colegio es importante. Es un trabajo que hay que cumplir. No dejarse los cuadernos o los libros en casa; si un alumno ha estado enfermo, tiene que esforzarse por recuperar el tiempo perdido. ¿Deben los padres hacer regalos a sus hijos por conseguir objetivos? “Yo no lo aconsejo. Pero también creo que si un padre no sabe qué más hacer y piensa que prometer un obsequio le va a ayudar…, adelante, que lo haga, que lo intente”, dice una pedagoga.