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Fijar un horario semanal de estudio y cumplirlo es, por lo tanto, la primera regla. “La segunda -según Prats- es no dejarse condicionar por comentarios de alumnos de cursos superiores y que sea el propio alumno quien valore la dificultad de una materia”. En el primer caso, el horario debe recoger un tiempo determinado por asignatura, de acuerdo a la importancia que tenga cada una, las fechas de entrega de posibles trabajos y la complicación que suponga para el estudiante su asimilación. En el segundo caso, las variables que hay que tener en cuenta son “la atención en clase, aclarar las dudas preguntando al profesor, la participación en el aula de manera activa, sentirse a gusto en la escuela para abrir las puertas a la inteligencia y hacer los deberes en casa con el fin de enfrentarse a solas con las asignaturas y demostrar que somos capaces de superarlas”, describe Bernabé Tierno, psicólogo, pedagogo y escritor de un total de 44 libros sobre educación y técnicas de estudio.
Si se siguen estos consejos, el estudiante estará mejor preparado para afrontar los temidos exámenes de junio, en los que, reconoce Bernabé Tierno, “siempre se está más cansado por el esfuerzo de todo el curso, frente a los exámenes de septiembre, en los que el alumno sabe que se la juega”. La clave, según este profesional, está en que “el alumno o alumna vaya convencido de que ha preparado las materias”. “En el caso de los universitarios, siempre tienen menos tiempo para preparar los exámenes de septiembre que los de febrero o junio, pero eso no debe condicionarles, lo importante es que insistan en la organización y que revisen sus apuntes, porque si suspendieron antes es posible que tuvieran lagunas, que no comprendieran algo o que sus apuntes no fueran correctos”, advierte Lina Prats.
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