miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los amigos de mi hijo adolescente

¿Con quién irá mi hijo? ¿Qué lugares frecuenta? ¿Beberá y fumará cuando sale?... Estas y otras muchas preguntas se hacen los padres con hijos adolescentes. La adolescencia es la última etapa en la que los padres pueden tomar parte activa y ayudar a los hijos a sentar sus caminos vitales; aconsejarles, organizar actividades familiares, y esforzarse por mantener una comunicación fluida con ellos.

Es propio de la etapa adolescente el preguntarse y cuestionar la autoridad de los adultos en general, y de los padres y profesores en particular. Es en esta edad cuando el joven se muestra más sensible con lo justo y lo injusto, es más crítico con todo lo que le rodea, le da gran importancia al grupo de amigos y se forman las "pandillas", por encima de cualquier otra relación.
Por ello es muy frecuente que con la llegada de la adolescencia y la importancia que cobra el grupo de amigos empiecen los problemas en casa. Los padres intentan preguntar e indagar sobre lo que hacen sus hijos mientras están fuera de casa y sobre las amistades que tienen y eso hace que los hijos se agobien por los continuos interrogatorios. Y es aquí donde a menudo empiezan... ¡los conflictos con la autoridad!

¿Qué necesita un adolescente?

Durante la adolescencia, el joven tiene dos necesidades básicas:
  • Necesidad de afecto, de aprobación, de reconocimiento, de aprecio de sus virtudes y de su valor personal, de aceptación por el propio grupo...
  • Necesidad de participación, en la medida en que siente la fuerza de la emancipación, necesita la seguridad que le proporciona el grupo.

    Aunque a veces no nos lo parezca los adolescentes buscan la aprobación y el cariño de sus familiares y de las personas que les rodean. En esta búsqueda de aprobación, tratan de encontrar amistades con quienes compartir sus inquietudes y ponen todas sus energías para ser aceptados.

Es muy importante no perder la comunicación con nuestro hijos durante esta etapa, e incluso incentivarla más. Para ello y a pesar del cambio de actitud que pueda manifestar nuestro hijo, es importante mostrar una actitud de:

  • comprensión y afecto hacia él ya que, a pesar de los cambios, sigue necesitando de nosotros
  • demostrar una sincera preocupación por lo que le sucede
  • valorar y aceptar de manera auténtica sus capacidades
  • manifestar nuestro apoyo incondicional en situaciones difíciles para que sepa que pase lo que pase puede confiar en nosotros
  • compartir tiempo, experiencias y charlas con él, también sobre nuestras preocupaciones
  • fijar unos límites y disciplina respecto a las actividades y horarios, de acuerdo a cada ocasión
La preocupación por las amistades

Durante este período, el adolescente se reúne con sus amigos con los que comparte intereses comunes y en los que buscará la aceptación por un grupo social diferente al de su familia y con la intención de encontrar respuestas a sus inquietudes. Para ello se relaciona con un grupo de chicos-as de su misma edad, que hablan un lenguaje similar al suyo y que comparten con él un interés por modificar valores y actitudes familiares y sociales que le parecen inapropiadas. Su grupo de amigos tiene gran importancia para él, y a su vez, el grupo ejerce una gran influencia en las decisiones que puede tomar, aunque no siempre sean las más adecuadas para su desarrollo emocional.

Es evidente que a los padres les preocupa, la clase de amigos que eligen sus hijos y este es un punto de fricción de las relaciones entre padres e hijos ya que los padres casi nunca ven con buenos ojos las amistades de los hijos, tal vez porque intuyen que pueden llegar a tener tanto peso como ellos. Durante la adolescencia los padres se preocupan cada vez más por las influencias que se ejerzan sobre las vidas de sus hijos. Para evitar situaciones no deseables para el joven (desde el susto de una fuga del hogar hasta la caída en la drogadicción, o un embarazo no deseado) vale la pena hacer un esfuerzo por conocer a los amigos de nuestros hijos y ser conscientes del tipo de jóvenes con los que se relaciona. Una buena manera es darles facilidades para que hagan reuniones en la propia casa para que puedan charlar con intimidad, escuchar música, tomar sus bebidas favoritas, ver una película.... El hijo adolescente que está a gusto con su familia trae a sus amigos a casa.
Es importante no mantener al hijo bajo permanente vigilancia pero tampoco descuidarse, lo ideal es mantener una atención que parezca indiferente pero que nos procure suficiente información sobre la clase de amigos con los que se relaciona.


La importancia de pertenecer a un grupo

En el grupo, el adolescente busca la seguridad, cuanto más indefenso se sienta más buscará a los otros e intentará identificarse con ellos, incluso sacrificando algunas de sus propias creencias o rasgos personales. El grupo le permitirá reafirmarse pues puede olvidar sus actitudes defensivas o su temor a ser incomprendido puesto que todos sienten y piensan lo mismo. Además en el grupo se le toma en serio.
Entre los componentes del grupo, los adolescentes tienen la impresión de comportarse y vivir como adultos, de ser adultos y vivir en su propia "sociedad" con sus reglas.
Protegiéndose y cobijándose los unos a los otros se sienten fuertes e independientes, no hay nada que no puedan hacer en grupo, mientras que solos se pueden sentir desgraciados frente al mundo de los adultos. El problema puede venir cuando el grupo que le ofrecía al adolescente un marco de seguridad que le permitía avanzar en la maduración de su personalidad, entorpece su salida de este limitado contexto social. En vez de ser el trampolín donde el joven se lanza a la vida, se convierte en su refugio y el medio para huir de su responsabilidad. La dependencia al grupo conlleva, algunas veces, la renuncia de los propios ideales o de la propia forma de pensar del adolescente.
Los grupos son temporales y es normal que el adolescente salga de él para comprometerse en relaciones personales. Aunque evidentemente siempre habrá adolescentes que dediquen su tiempo y energía a unos ideales de actividad de grupo, en asociaciones de ayuda social, ecologista, ...

El fenómeno de la pandilla

La pandilla es una institución social más seria que el grupo, con unas reglas, objetivos, y jerarquías... A ella acude el adolescente también en busca de seguridad. Pero en ella el chico encuentra una compensación a sus sentimientos de inferioridad. En la "pandilla" se le proporcionará estima, afecto, y todo el calor que le haya faltado hasta entonces.
El adolescente que no tiene unos padres en quien identificarse, ni un núcleo familiar estable en el que cobijarse, busca en la pandilla una nueva familia que satisfaga sus necesidades. Para el adolescente no problemático, la época de estar en grupo sólo representa un momento de su evolución hacia la madurez y la autonomía. Por el contrario, para el chico problemático, la pandilla es el punto de llegada y no irá mucho más lejos.
Es interesante resaltar que la "pandilla" suele formarse con jóvenes del mismo sexo, aún cuando la atracción por el opuesto coincida con ésta etapa, y esto es consecuencia de la reafirmación que busca el adolescente, alejándose de la comunicación parental, y vertiéndola casi exclusivamente en los amigos. Más tarde los grupos de amigos empiezan a ser mixtos, también con la existencia de un líder, para pasar a continuación a la formación de parejas.


¿Pueden los amigos desplazar a los padres?

En apariencia si. Las amistades permiten un alejamiento parcial de los padres y un primer paso hacia la independencia. Algunos padres se resisten a este alejamiento, quieren seguir siendo imprescindibles y usan la autoridad de forma arbitraria, intentando dominar al hijo que parece írsele de las manos. Pero el nacimiento de la amistad en la adolescencia supone que la familia no es ya la única influencia importante en la vida de los hijos sino que los amigos influyen tanto o más que los padres, y esto puede ser motivo de conflictos. Pero los amigos de los hijos también pueden ser elementos colaboradores en la acción educativa de la familia.

Los hijos adolescentes siguen necesitando a sus padres, aunque no sean conscientes de ello o aunque no lo reconozcan. Es preciso concederles oportunidades para que puedan hacer con sus padres algunas de las cosas que hacen con sus amigos: opinar, aconsejar, hablar de cualquier tema con libertad, ayudar... Muchos padres intentan que sus hijos les confíen sus preocupaciones personales sin que ellos les hayan hablado nunca de sí mismos. Otros padres dan muchos consejos sin pedir ninguno a cambio, olvidan que la razón fundamental de la amistad es la reciprocidad.
Lo más importante y, a su vez, lo más difícil es lograr el equilibrio en la relación padres- hijos adolescentes.


¿Se puede ser amigo de nuestro hijo adolescente?


Es difícil pero no imposible, los amigos comparten intereses, inquietudes y sentimientos. Por ello, la amistad entre adultos y adolescentes es difícil pues tienen objetivos y preocupaciones distintas. Además hay que tener en cuenta que una cosa es tener una vía fluida de comunicación, en ambas direcciones, basada en la confianza y otra cosa es querer atribuirnos las cualidades de la amistad, reservadas para los que son de una misma generación.
Los adolescentes sienten admiración por los adultos que son coherentes en su comportamiento habitual. El adulto necesita tener prestigio entre los adolescentes, porque la admiración es una vía necesaria para acercarse al chico. Pero ello no es suficiente. Se necesita también saber adaptarse al mundo de los adolescentes y respetar su manera de ser.

La clave para conseguir una buena relación entre padres e hijos está en la confianza, fiarse de los hijos es una condición indispensable para que los hijos se fíen de los padres y les hablen de sus cuestiones personales.

Para conseguir esta comunicación padres-hijos es necesario:

  • Dedicar tiempo a estar juntos, compartiendo alguna actividad y conversando sobre ello (acompañarles a sus partidos o actividades extraescolares, a clase, yendo juntos al teatro o al fútbol).
  • Compartir alguna preocupación personal con tu hijo y pidiéndole su opinión (temas al alcance de su nivel madurativo: problemas de trabajo, de salud...)
  • Respetar su intimidad y sus silencios, sin intentar hacerle hablar de algo que no quiera. No presionarlo y mantenerse receptivos para que el joven sepa que puede contar con el apoyo de los padres.

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